7 crueles experimentos psicológicos del siglo XX que ahora están prohibidos por ética
La ciencia ha estado caracterizada desde siempre por servirse de la naturaleza para realizar experimentos que deriven en resultados reveladores. Sin embargo, existen infinidad de casos en los que los investigadores pierden el sentido del límite y, sin tomar en cuenta sus principios éticos más básicos, se enfocan exclusivamente en sus objetivos sin tomar en cuenta el daño que les ocasionan a los demás. Aquí te presentamos algunos de los casos más conocidos a partir de los que muchos se plantean si la ciencia le hace bien o mal a la humanidad.
Experimento “Pequeño Albert”.
Se trató de un experimento salvaje con el objetivo de probar que las fobias pueden ser condicionadas y aprendidas, y para el cual usaron como método de prueba a un bebé de 9 meses. El experimento vino de la mano de John Watson, padre de la rama conductista de la psicología, cuando, en el año 1920, tomó a un niño que consiguió en el orfanato para niños inválidos, Harriet Lane Home, y empezó a exponerlo a diferentes pruebas de contacto. El niño parecía el objetivo perfecto porque estaba acostumbrado a vivir en un ambiente frío y no le temía a nada; de hecho, pocas veces lloraba. La primera prueba fue la exposición a una fogata y a varios animales, pero como no le generaban ninguna reacción fóbica, Watson siguió explorando opciones. Lo expuso a diferentes estímulos, tanto sónicos como táctiles para ver si podían influir y crearle un temor inducido, lo que hoy se consideraría un tipo de tortura. Al final, la última fase del experimento quedó inconclusa, la cual, casualmente, era la más importante: deshacer los miedos que el bebé había adquirido durante ese tiempo, por lo que pasó a la historia como un experimento poco ético.